martes, 16 de enero de 2007

Encabezado en construcción

Estamos trabajando en un nuevo encabezado. Este es el avance:

lunes, 15 de enero de 2007

La familia Muñoz Rodríguez

Esta es una fotografía de familia, tomada alrededor de 1967. Sólo falta Silvia.

En palabras de la abuelita...

Silvia siempre fue su mano derecha, su compañera, su sostén cuando después de ella vinieron puros varones. Con ella compartió desde que pudo hacerlo, preocupaciones, alegrías, sueños, la hora de hacer la comida, la preocupación de que no alcanzara para todos, las miradas de preocupación y alivio cuando a ellas también les tocaba su buena ración, las interminables noches cosiendo, amenizadas de una u otra forma con la plática envidiable de madre e hija, la apuración en la lavada de los trastes, los momentos de planchado y almidonado, las cuentas de la casa, los mandados, las compras en el mercado, las risas y complicidades lógicas en relaciones así, conservando siempre el respeto y obediencia que las caracterizó a una y otra.

jueves, 11 de enero de 2007

María Silvia

De marzo el día dos,
por designios del arcano,
una mañana temprano
nació la niña Silvia Muñoz.
(Francisco Muñoz Lozada)
El año en que mi mamá murió, una persona que la conoció bien (y por cierto, a quien mi mamá admiraba por su labor docente) me narró lo siguiente:

Los niños de la escuela de Iván realizarían, como cada 20 de Noviembre, el desfile conmemorativo, para lo cual necesitaban llevar el uniforme, incluidos unos tenis blancos. Una niña de escasos recursos no tenía el calzado mentado, así que mi mamá, María Silvia, se los compró. Pero --pero, pero-- cometió el gravísimo error de no dárselos a la pequeña, ni a sus papás, sino a otro adulto, quien no hizo llegar el regalo.

Por sucesos como el anterior creo que el refrán que más aplica a la vida de mi mamá es éste (que además me encanta por su eufonía y por la máscara que les quita a tantos adictos a los sermones --literalmente hablando-- o, como diríamos, a la verborrea): "obras son amores y no buenas razones". Lo que no recuerdo es haberlo escuchado alguna vez en la boca de quien, como vemos, también pensaba actuando en los pobres.

Francisco y Josefina bautizaron a su primera hija con este nombre: María Silvia. Suena muy bien aunque nunca nos han explicado el origen, el por qué no llamarla por ejemplo Josefina o Guadalupe, o cualquier otro nombre de familiar. De todos modos, nos alegra porque así podemos creer que comenzó su personalidad propia.

Nació en 1941. Su padre le escribió:
Ahora me van a escuchar.
Os contaré ¿un cuento?
No, es verdad:

Yo fui a la escuela de tres
años sin cumplir.
Lloraba sin descansar.
No jugaba mi muñeca
porque aquí en el Vilaseca
me trajeron a estudiar.

¡Qué tontería todo eso!
¿Para qué sirve la escuela?
¿No ven que el ave vuela
sin clases y sin maestro?

Esto pensé. Pero, ¿ven?:
Ahora pienso diferente;
como soy inteligente
ya cuento del uno al cien.

Seré una hábil contadora
en todito adelantada;
y también --como esto es nada--
una buena profesora.

Pero antes hay que estudiar,
aprender del que esto sabe,
porque también a las aves
dios las enseña a volar.
No sé si sea característica de todos los hermanos mayores, pero a Silvia siempre le preocupó saber si la comida o cualquier otro insumo alcanzaría para los demás. De chica le tocó ser ayudante de su mamá, Josefina. Eran los tiempos y las necesidades familiares.

Al momento de elegir profesión tuvo un titubeo. En principio le había interesado la química, pero finalmente se decidió por ser profesora. Una gran decisión, si tomamos en cuenta la opinión de muchos de sus alumnos, a quienes les agradó la combinación de un carácter firme con una ternura compasiva.